El primer expresidente estadounidense procesado por cargos penales federales no da señales de desánimo tras encajar la segunda imputación en poco más de un mes.
El republicano ha sido acusado en la mañana de este martes en Miami de revelación de secretos y obstrucción a la justicia, entre los 37 cargos que se le atribuyen, jurídicamente más graves que los del caso anterior, pero políticamente indiscernibles, dado que cada revés judicial parece propulsar su candidatura a la reelección en 2024.
Horas después de declararse no culpable, el magnate también corroboró su intención de llegar a la Casa Blanca el año próximo, aunque se enfrenta a cargos que podrían enviarlo a prisión de por vida, y de vengarse de los demócratas si lo logra: “Voy a nombrar a un fiscal especial para perseguir al presidente más corrupto de la historia de EE UU, Joe Biden, y a toda la familia criminal de Biden si soy elegido”, amenazó. Fue un discurso inusualmente breve, un tanto apagado en comparación con otras ocasiones más enérgicas.
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