Está en marcha la segunda temporada de conciertos 2024 con obras de Mozart y Beethoven.
Con la expectativa de que las nuevas autoridades estatales impulsen la cultura y las artes en beneficio de todos los habitantes del estado, la Orquesta Sinfónica de Yucatán inició su segunda temporada de conciertos 2024 con obras de dos grandes genios de la música: Mozart y Beethoven.
“Deseamos que aquellos que tienen el poder pongan en valor todo su potencial, ya sea como patrimonio vivo del estado, como baluarte de la cultura yucateca y estandarte sonoro de nuestra identidad”, expuso de manera pública la presidente del Patronato de la orquesta, Margarita Molina Zaldívar.
“Este inicio de temporada nos trae una gran esperanza, alegría y sentimientos de renovación”, manifestó la representante de los patrocinadores y mecenas que respaldan a la sinfónica ante el auditorio del Palacio de la Música.
“Mi agradecimiento al público que nos sigue y nos apoya, a nuestros donantes y patrocinadores cuya aportación contribuye para que este proyecto continúe y sea sustentable”, subrayó Molina Zaldívar, acompañada de Pablo Maya Ortega, titular del Fideicomiso Garante de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, creado en 2009 con la meta de asegurar la permanencia de la agrupación.
Invitada la orquesta yucateca a fines de este mes de octubre a formar parte en del Festival Internacional Cervantino de la ciudad de Guanajuato, la promotora pidió reconocer el lugar y la posición que la OSY ocupa en nuestro estado y en el país.
Bajo la batuta del maestro José Arean, la sinfónica abrió su temporada con la interpretación de la Sinfonía Concertante para violín y viola de Wolfgang Amadeus Mozart con la participación como solistas de Christopher Collins y Nikolay Dimitrov, para luego cerrar con la Sexta Sinfonía de Ludwig van Beethoven.
En el primer movimiento, el allegro maestoso, de la obra mozartiana estrenada en 1779, Collins y Dimitrov alternaron sus melodías, lograron un diálogo que constituyó una delicia para los oyentes. Uno y otro intercambiaron arpegios, notas, arcadas, como dos grandes amigos en una fiesta de mascarada de la época.
En el segundo movimiento, un andante, Mozart dejó su impronta al crear este híbrido de sinfonía y concierto con un violín y una viola como instrumentos solistas, de carácter innovador, lo que subraya su genio creador.
Desde el podio, el maestro José Areán sonrió en diversas ocasiones, señal palpable de la influencia de Mozart, que heredó a las generaciones futuras la sensación de bienestar con su música. El director de orquesta sudó la gota gorda, pero se mostró satisfecho con el desempeño tanto de la dupla como de la orquesta.
En la parte complementaria, la Sexta Sinfonía, que fue estrenada por el propio compositor alemán en Viena el 22 de diciembre de 1808, evocó el profundo amor que Beethoven tuvo a la naturaleza en cinco movimientos, hecho inédito porque anteriormente las sinfonías eran escritas en tres o cuatro tiempos.
El público, absorto, se dejó llevar por la sucesión de escalas surgidas del alma del compositor y su contemplación del bosque, de tal forma que en un lenguaje sonoro sucedieron los arroyuelos, el viento suave y el canto de los pájaros.
Con el segundo movimiento, el Andante molto moto, el público siguió cautivo. El maestro Areán hizo gala de su memoria al dirigir sin partitura la obra maestra de 48 minutos, en la que hay pasajes tersos, pero también de mucha energía, toda vez que la música beethoveniana es fuente de pasión incontenible.
Durante el desarrollo, la orquesta colocó a la audiencia en vilo ante el estruendo de los relámpagos con timbales y la tempestad de las montañas, tal como lo hizo Disney en la película Fantasía con la música dirigida por el Leopold Stokowsky.
Después de la tempestad vino la calma, el epíteto de esta experiencia, el sentimiento de haber escuchado todo un poema sinfónico.
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