Un príncipe se volvió plebeyo y con su don de pueblo se conectó por medio de canciones con sus súbditos mexicanos. Había sido vilipendiado por una industria del entrenamiento que no le perdonó el expresar sus emociones.
Will Smith, figura del cine y la televisión, estuvo en la CDMX donde ofertó su mood musical para así, retomar el ser de nuevo el Príncipe del Rap, quien estelarizó la segunda jornada del festival Tecate Emblema, que se sucedió en el Autódromo Hermanos Rodríguez, donde se reunió una constelación de artistas pop consagrados e incipientes, con una muchedumbre hambrienta por pasarla bien.
El cierre del encuentro, en donde fluctuó la serenidad, la buena energía y el gusto por una música, digamos, sana, fue coronado por el rap fresón y prendido de Will, la balada rock de la canadiense Alanis Morissette y el sonido urbano cachondo del cantante Pitbull.
Sin duda, uno de los esperados fue Smith, quien aprovecho el escenario principal del Emblema, para ofrecer un show de pasión, que le sirvió para promover las rolas de su disco de hip-hop tras 20 años, así como los éxitos que lo encumbraron. Muchos de los presentes no lo conocieron en su boom televisivo y poco saben de sus filmes. No obstante, se prendieron con sus rolas llenas de buen ritmo y sabor.
Brindó sus éxitos y piezas de Based on a True Story, temas en el habitual estilo de rap que lo caracteriza. Mostró sueños, visiones, partes de su paisaje interior. Sacudió el esqueleto y sus cuerdas para cantar, porque además, es un apasionado de México, que le regresó ese amor a todo grito.
En español dijo: “bienvenido México. Soy Will Smith, el príncipe”. “Es la primera vez que hago un show de este tipo en México. Están listos para celebrar?”. Y pidió el grito de “ehhhhh”. Y todos lo siguieron con un coro de miles. “La temporada del príncipe del rap fue la mejor de mi vida”, recordó el artista quien evocó al actor que represento a su tío, al actor James Avery, ya fallecido. También recordó a su pequeño hijo que “tuve a los 25 años”.
Interpretó también tracks que se consumaron en algunas de las muchas películas en las que participó, como Wild Wild West o Men In Black. También extrajo algo de su famosa emisión de TV.
Con un semblante de entrega, ante los melomanos capitalinos conectó de inicio a fin, y hasta se hizo acompañar por el coro Poder Coral.
En su turno, Alanis Morissette, referente para las adolescentes de medio globo en los años noventa, y la cual marcó la carrera de artista como Katy Perry –como ha reconocida ella misma– o Taylor Swift, destello con presencia magnética, que cuál imán atrajo a una multitud que cantó cada uno de sus mejores rolas.
La Morissette, aunque tiene los seguidores de los antes mencionadas, fue reina del escenario, una que implantó el estilo de roquera empoderada.
Y esa esencia quedó embarrada por desde los pit, la pista y las gradas del Autódromo. Su estilo único y letras profundas, llevaron a la canadiense a conquistar el mundo con Jagged Little Pill, el disco que redefinió el pop en los 90. Con siete premios Grammy y diez álbumes en su carrera, regaló un poco de su ser al Tecate Emblema
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