En tiempos donde la honestidad parece escasa, Diego Valdez, un trabajador de 43 años, demostró que la integridad no depende de las circunstancias económicas. A pesar de enfrentar dificultades tras el cierre del restaurante donde trabajaba en noviembre, y de subsistir con trabajos esporádicos, no dudó en devolver un bolso que contenía $4 millones y documentos importantes.
“Vengo de una familia humilde, me criaron así, y sé que lo necesita más quien lo perdió”, expresó Valdez con sencillez.
El hecho ocurrió en el estacionamiento de un mayorista en la rotonda de Uruguay y la calle Domínguez, donde Valdez vende sándwiches y empanadas. Al finalizar su jornada, mientras recogía los carros del supermercado, encontró el bolso y, sin dudarlo, lo entregó a su dueño.
Su gesto no pasó desapercibido. Los empleados del supermercado, que lo conocen desde hace dos años, destacaron su honestidad y compromiso con los valores que hoy parecen en peligro de extinción. “El hipermercado me abrió las puertas. Cuando me quedo sin trabajo, vuelvo ahí”, afirmó el hombre, cuya historia ha conmovido a la comunidad.
Un acto de nobleza que nos recuerda que la verdadera riqueza no está en el dinero, sino en la dignidad de las personas.
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