Tali, una joven que viajó a Mérida por trabajo, visitó un cenote poco conocido junto a su compañera. Aunque notaron la presencia de murciélagos, no le dieron mayor importancia.
Dos semanas después, comenzó a sentirse mal: presentaba fiebre, dificultad para caminar y otros síntomas. Tras varios exámenes, los médicos le diagnosticaron histoplasmosis, una infección causada por inhalar esporas de hongos presentes en los excrementos de aves y murciélagos.
La enfermedad la dejó hospitalizada por tres semanas, tiempo en el que recibió tratamiento para recuperarse. Su caso sirve como advertencia sobre los riesgos de explorar cuevas o cenotes sin precaución.
Su comentario