La mayoría de las piezas fueron realizadas con un pigmento rojo altamente tóxico.
La investigadora postdoctoral de la UNAM Liliana González Austria Noguez realiza una labor de redescubrimiento de los sepulcros mayas donde se encontraron pinturas murales para realizar un inventario de este tipo de tumbas y descifrar algunos de los secretos que hay detrás.
La investigadora destaca que estos sepulcros son un bien frágil, importante de conservar y difundir porque datan del Preclásico Tardío al Clásico Tardío, es decir, del año 200 antes de Cristo al 900 de nuestra era.
Incluso, algunos de ellos fueron rellenados para evitar que los edificios donde se encuentran caigan.
“La pintura mural constituye un bien muy frágil, por lo que es importante conservarlo o, por lo menos, darle difusión, ya que en ocasiones su existencia se queda guardada en los archivos del INAH, en las descripciones de los informes arqueológicos”, alertó González Austria.
Estas piezas se encuentran en sitios arqueológicos Palenque o Calakmul, en México; Tikal, Río Azul, o Caracol, en Guatemala; y K’akabish, en Belice. Apenas se han contabilizado 25 sepulcros mayas de este tipo.
En México destaca la del Templo XX sub de Palenque, descubierta por el Grupo de Las Cruces, dirigido por Merle Greene Robertson, quien encontró una bóveda e introdujo una cámara por un pequeño agujero. Este mural muestra personajes que se diferencian por sus tocados y atavíos.
La tumba estuvo cerrada durante 13 años posteriores a su descubrimiento y en 2012 se pudo descubrir el mural que va de piso a techo, en dos tonos de rojo y con la representación de nueve personajes parecidos a los tallados en relieve en la famosa tumba del rey Pakal, en el Templo de las Inscripciones.
Estos murales dentro de los sepulcros destacan por sus colores que regularmente tienen una mezcla de rojo-blaco, rojo-negro, blanco-negro o rojo-rojo; es decir, son bicromáticas, pero realta que el pigmento rojo usado es proveniente de un mineral denominado cinabrio, un sulfuro de mercurio altamente tóxico, pero duradero y brillante.
En la investigación participa Sonia Lombardo de Ruiz, especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), detalla que sólo se ha detectado una de las tumbas con pigmentos amarillos y azules.
Además, lamenta que su estudio sea limitado porque los datos son únicamente descriptivos y bastante limitados, con fotografías que a veces son solo en blanco y negro.
González Austria destaca que estas pinturas abordan diversos tópicos, como marcar los puntos cardinales con el gobernante en el centro del universo; montañas, agua, símbolos de joyas o antepasados dinásticos.
“En ocasiones, hay textos jeroglíficos que indican el nombre, los títulos o la fecha de muerte”.
El equipo de investigación a la par que realiza el inventario de las tumbas realiza experimentos para ver cómo funciona el cinabrio y cuál es su comportamiento con el estuco, bajo condiciones controladas debido a su toxicidad.
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